sábado, 28 de febrero de 2009

Padrinos de guardia las 24 horas

Han pasado por las mismas tentaciones y saben lo difícil que es dejar la bebida. Por eso, los veteranos de Alcohólicos Anónimos están dispuestos a dejarlo todo y acudir al rescate de los nuevos cuando su voluntad flaquea
Dicen quienes intentan recuperarse en Alcohólicos Anónimos (AA) que para ellos el tiempo no se cuenta en meses o años, sino de 24 en 24 horas. «Hoy no he bebido; mañana será otro día», indican. Los que padecen esta enfermedad reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), saben que nunca están a salvo de recaer en la bebida. Para mantenerse sobrios, lo más importante es asistir a las reuniones de grupo y compartir dudas, miedos y fuerza de voluntad para dejar la botella a un lado.
Pero las tentaciones no entienden de horario y hay veces que surgen a horas intempestivas en las que no es posible acudir al grupo. Para estos momentos y para poder contar problemas demasiado íntimos para narrarlos en las reuniones existe la figura del padrino. Se trata de ex alcohólicos veteranos que llevan más adelantado el programa de recuperación y que se comprometen a ayudar a un nuevo miembro del grupo. Entre el padrino y el ahijado se crea una relación de apoyo mutuo que en ocasiones se convierte en una amistad duradera. Cinco ex alcohólicos, que se mantienen en el anonimato por razones obvias, cuentan su experiencia en el momento más complicado de sus vidas y sus anécdotas con esa persona que se convirtió en un pilar vital en su restablecimiento.
ANTONIO
Catorce años sin beber

«Un padrino tiene que ser duro»
Elegir al padrino que guiará al nuevo ex alcohólico a lo largo del programa de recuperación no es tarea de unas pocas horas. A veces se tardan meses en encontrar a la persona idónea para pedirle que se convierta en el tutor. En ocasiones, un veterano tiene que rechazar ser padrino de un nuevo miembro del grupo porque no hay afinidades o piensa que no va a ser un buen tutor o que incluso el nuevo ex alcohólico va a ser un problema para su propia rehabilitación.
Antonio lleva sin beber catorce años. Ha sido un camino difícil y asegura que no lo habría conseguido sin la ayuda del que fuera su padrino, que falleció sobrio hace unos años después de ganar su propia batalla contra el alcohol. «Mi padrino no era de esos que te daban palmaditas en la espalda para decirte lo bien que lo estabas haciendo; era muy duro y nunca me decía lo que yo quería escuchar», señala. Quizás por eso, porque no le dejó pasar ni una, él ha conseguido llegar hasta aquí. «El primero de los doce pasos para la recuperación en AA es admitir que eres impotente respecto al alcohol y que tu vida se ha vuelto ingobernable, pero yo al principio no tenía claro lo de gobernar mi vida, así que mi padrino me tuvo seis meses sin pasar al siguiente paso hasta que comprendiera la importancia de admitir este primer escalón», indica Antonio.
La mejor lección que Antonio pudo aprender de su padrino fue cuando éste, después de 18 años sobrio recayó en la bebida. «Entonces le miré y le dije: 'ahora sí que me estás ayudando, porque sé que no debo creerme nunca que estoy curado», recuerda.
Antonio dice que cuando entró en AA no se le abrieron las puertas del cielo, pero sí se le cerraron las del infierno. Ahora, Antonio es a su vez padrino y explica que la función del tutor es ser siempre un apoyo, acudir en el momento que su ahijado le necesita y mantener el equilibrio para que no se dé una relación de dependencia que podría ser también negativa. Mientras, continúa con su rehabilitación. «Hoy por hoy tengo controlado el gran problema de mi vida, que es el alcohol; los otros son tonterías comparado con eso», asegura.
MIGUEL
Cinco años sobrio
«El ahijado recuerda al tutor sus debilidades»
Miguel es el ahijado de Antonio y a su vez padrino de otro compañero. Miguel recuerda que en las primeras reuniones a las que acudió, Antonio le cayó muy mal. «Me llamaba la atención porque hablaba demasiado y me ofrecí para hacer trabajos de servicio en AA demasiado pronto y pensaba que ese tío era un coñazo», recuerda. Luego, Antonio se convirtió en el padrino de recuperación y servicio, pasa a formar parte de la organización de los grupos.
Miguel sabe que los padrinos no lo saben todo siempre y que muchas veces tienen sus momentos bajos. «El ahijado también se da cuenta, pero AA es muy estricta sobre esto y establece que el padrino nunca puede refugiarse en el ahijado porque para eso tiene su propio padrino; para el ahijado tiene que ser siempre una prueba de fortaleza», dice. La última vez que llamó a su padrino con una tentación fue en una feria de su pueblo. Se moría de ganas por tomarse una copa, pero tuvo la voluntad suficiente como para llamar a Antonio y este le quitó la idea de la cabeza de inmediato. «'Esto también pasará', me dijo, y pasa», dice Miguel. Desde que dejó la bebida, la vida de Miguel ha vuelto a funcionar. «Al año de estar en el grupo, mi mujer y yo llorábamos de alegría porque nunca nos habían ido tan bien las cosas», dice.
Después de cinco años sobrio, Miguel tiene su propio ahijado y está dispuesto a dejarlo todo por él. Llame a la hora que llame, esté donde esté, él va a ayudarle como lo hicieron antes por él. «Dejo mi trabajo, mi familia y lo que sea y voy a hablar con esta persona porque sé lo que es una tentación y que con dos cafés y una larga charla se puede superar», indica.
MARIBEL
Siete años sobria

«La mujer cuenta con menos apoyo familiar»
Maribel encontró su mejor apoyo en su madrina. Una de las máximas de AA es que los hombres apadrinan a otros compañeros y las mujeres apadrinan a otras afectadas para evitar una atracción sexual que pueda dificultar la rehabilitación. «Mi madrina fue muy honesta conmigo y me dijo que ella no sabía de todo, pero que me ayudaría siempre a encontrar la mejor solución», señala. Y le pidió muchas veces ayuda, porque cuando Maribel se dio cuenta de que era la bebida o ella tuvo que volver a aprender a hacer una vida normal: dormir, levantarse sin resaca, asumir de nuevo responsabilidades...
Maribel perdió a sus hijos por culpa de la bebida y ahora, después de siete años sobria, todavía no ha conseguido que le perdonen su flaqueza. «He aprendido a respetar eso también, y mi reto es estar bien para cuando ellos quieran volver a saber de mí», añade. Ella es la prueba de que no todos los apadrinamientos funcionan. No termina de congeniar con una de sus ahijadas y ha pensado decirle que busque a alguien mejor para ella.
Maribel explica que las mujeres en AA son minoría y que a lo largo de los años se ha dado cuenta de que la mujer encubre más su adicción y además suele recibir menos apoyo por parte de su familia cuando se descubre el conflicto.
PEDRO
Seis años y medio sin beber

«He recuperado la dignidad como persona»
Pedro confiesa que llegó derrotado a Alcohólicos Anónimos y que tardó un año y medio en elegir al que ahora es su padrino, aunque indica que todos sus compañeros de grupo son un poco padrinos para él y les pide consejo a todos. «Lo curioso de los padrinos en AA es que ninguno te dice lo que debes hacer, sólo te cuentan lo que harían ellos en tu lugar o lo que les funcionó para rehabilitarse; pero claro, cuando te tiras en paracaídas de un avión nadie te obliga a tirar de la anilla, pero hay sugerencias que debes seguir porque te va la vida en ello», señala.
Hay mucho de espiritual en el camino hacia la rehabilitación, pero no de una forma religiosa. Como Pedro explica, después de dejar el alcohol, ha recuperado su dignidad. «Llevaba mucho tiempo sin ser persona», se lamenta. Por la bebida, se perdió la infancia de su hija mayor. Ahora, vive como nueva la de su hija pequeña. «No es lo mismo estar en la comunión de tu pequeña borracho como una cuba que disfrutar con ella de ese día», dice. Lo que ha aprendido él de su padrino es que uno recoge lo que siembra, y que ahora ve felicidad a su alrededor. Además, contar con un padrino sirve para ver que lo que uno ve como un gran problema no lo es tanto.
JUAN
Un año y medio sin probar el alcohol

«Hablar es un desahogo mejor que el alcohol»
El problema del alcohol llega por la boca y tiene que echarse por la boca. Ésta es la máxima de los ex alcohólicos. Una conversación con alguien que haya pasado por lo mismo puede evitar una recaída. Lo sabe bien Juan, quien después de ocho años sin probar ni una gota no hizo una llamada a tiempo y volvió a perderse en los caminos de la borrachera. Ya era demasiado tarde para que su padrino de aquel entonces pudiera ayudarle, pero siempre le tendió una mano para que regresara al grupo. Fue él quien decidió volver, años más tarde. Pedro es ahora su nuevo padrino.
Juan asegura que para recuperarse, los ex alcohólicos tienen que vomitar todas sus intimidades hasta dar con el problema que les ha llevado a beber. El camino hacia la sobriedad tiene mucho de autoconocimiento y de enfrentarse a los propios miedos. Pero esos secretos ocultos de cada persona son difíciles de confesar en un grupo. Por eso, el padrino es clave para crear ese clima de confianza sabiendo que ha pasado por lo mismo. «Imagina que has cometido una infidelidad en tu matrimonio; no puedes contarlo en el grupo porque muchas veces, aunque se diga que no debe salir nada fuera de las reuniones, la gente te conoce y puede llegar a tu familia», asegura.
Juan indica que no tiene reparos a la hora de llamar a su padrino. «Le llamo con cualquier cosa que me preocupa; intento no acostarme por la noche con un pellizco en el estómago, porque si no sé que puedo volver a caer», dice. Ahora lleva un año y medio sin beber, aunque podrían ser muchos más.